PREGÓN DE LAS MADRINAS.

 

 

·       Saludo a presentes. Buenas tardes autoridades,  convecinos,  invitados, amigos.

·       Hace unos 2.500 años, en el marco de las migraciones de pueblos celtas desde el centro de Europa y huyendo de unos climas húmedos, de inviernos largos y fríos intensos,  a la zona centro – oeste de la mesta castellana llegan, entre otras, dos tribus importantes: los vacceos, que se asientan en las provincias de Burgos-Valladolid parte de Zamora y hasta Salamanca (Salamanca capital fue vaccea en principio) y los vetones que ocupan  parte de Zamora, Salamanca y buena parte de Extremadura.

·       Los vacceos eran principalmente agricultores, los vetones ganaderos. Con vacceos y vetones llegan los carros, los arados, el hierro, los caballos, los cerdos, el pan, los molinos, los poblados amurallados, las casas a menudo con paredes redondeadas de las que aún vemos ejemplos en este pueblo.

·       Son varios los escritores de la época que comentan cómo vivían estas tribus. De los vetones comentan el gobierno de un consejo de ancianos, su capacidad de tratar, pactar y dialogar, contaban con una pequeña fuerza armada para proteger sus rebaños del bandolerismo y tres aspectos importantes en sus relaciones humanas: el culto y adoración a sus dioses, el respeto a los padres y antepasados y también un sentimiento fuerte y una práctica exquisita, casi religiosa,  de la hospitalidad,  la buena acogida y el buen trato a los forasteros.

·       Llegados a este punto uno observa en los oyentes los mismos gestos que vemos en las aulas cuando nos llegamos a algunas lecciones áridas, difíciles y  los alumnos empiezan a temer lo peor: un rollazo. La gente se rasca la cabeza, mira al cielo por si lloviera y las nubes nos libraran de este tormento  y, sospecho que algunos comentan con el vecino: “Este hombre se cree que está en el Instituto y que nosotros somos los sufridos bachilleres de Tordesillas”.

·       Pues no. Si piensan esto se confunden. Digamos que esta forma de empezar ha sido una pequeña broma. Hace tiempo leí que el viejo profesor, el profesor de profesores, D. Enrique Tierno Galván, definió, con una imagen muy apropiada, cómo debía ser un buen pregón de fiestas patronales. Decía que estos pregones tienen que ser como las minifaldas: cortitas y que enseñen algo. Seamos humildes y vamos a dejar eso de enseñar algo para el lunes, cuando vuelva a Tordesillas, a las aulas, al oficio ingrato de la enseñanza y os prometo que vamos a intentar cumplir ese primer requisito: cortito como la minifalda.

·       Mi relación con Cabeza del Caballo empezó con un enamoramiento estudiantil en la Salamanca de mediados de los años 70, años duros aquellos para todos, para los campesinos y también para los estudiantes de Salamanca con pocos recursos, que éramos la mayoría.

·       Y me enamoré de la chica mayor de José de la Hermelinda y luego de su familia, después del pueblo y la comarca y en consecuencia de casi todos ustedes.

·       Aquí me presenté, en este pueblo, con el atrevimiento de un vacceo y vosotros me recibisteis con la hospitalidad de los  vetones.

·       Cuando llegué aquí, éste era un pueblo genuino, peculiar y encantador, un pueblo vetón.

·       Y era peculiar y encantador a los ojos de un vacceo recién llegado por varios motivos, de los que voy a comentar solo tres.

o      El primero es el siguiente: La rutina de la vida diaria y el absurdo complejo de inferioridad que siempre ha rodeado a la gente campesina y castellana hace que no valoremos la belleza, la importancia y los auténticos tesoros  naturales que nos rodean: me refiero a  la zona, el pueblo con  su trazado urbanístico irregular y  tantas casas de piedra. El término plagado de tantos monumentos naturales como lo son las piedras caballeras, es decir las peñas de las que conozco solo unas pocas pero que me bastan y me llenan de placer. La Peña Redonda, el Pajar de Macarros, la Peña de la Escalera… Y tantas obras de arte como robles  viejos tiene el término y tantos espacios naturales paradisíacos: Singuirina, el Pizarrón, Robleo, Velas Altas,  las Julianas, la Presa, los Mosquiles, Valdeleje, las Vegas, todos los molinos y otros pagos que a ustedes les parecen tierras ordinarias de laboreo y pastos pero que a otros, además, nos parecen parajes naturales extraordinarios. Y la fauna del término: cangrejos, los peces, las perdices,  los conejos y las zorras y sus ojeos y las primaveras exuberantes por el florecimiento de los robles, las escobas y los piornos. Todo esto tengo que decirlo porque contrastaba y llamaba mucho la atención de un vacceo que venía del desierto natural que es  la zona sur de Valladolid, una comarca interminablemente llana, áspera, monótona, con otro tipo de belleza,  aunque, eso sí, con buen vino.

o      Y me refiero también a ese habla particular, original, riquísima en vocabulario y expresiones valiosas de lenguaje de viejos vetones, que adorna a tantas personas de este pueblo, entre ellas a mi suegra. A ella le acompleja y se enfada, porque cree que me río de ella, pero a mi me divierte y me admira a la vez, por los valores lingüísticos que ello supone. Así lo reconocen y lo alaban los profesionales de la lengua con quienes lo comento. Me refiero a expresiones como ¿Qué tu quieres…?, y  lo qué dices… o palabras como jelecho, ya hay jambre, se le cayó la parede, vaya un jato que llevas, qué niño más valorto o lo jinqué allí luego .. y otras muchas que tengo copiadas, recogidas y guardadas como oro en paño.

 

o      El tercer motivo tiene que ver con todo un conjunto de personajes que significaron mucho para mí, en los primeros tiempos de mi vida en Cabeza del Caballo. Ahora solo durante unos  momentos  nos vamos a entristecer y casi a deprimirnos en  nuestro ánimo a la vez que maldecimos la voracidad del tiempo, lo ridículamente corta que es la vida y lo asquerosamente cruel de la muerte, recordando a tantos vetones auténticos que me acogieron y me endulzaban los días de aquellos primeros años que pasaba con vosotros, vetones auténticos que contribuían mucho a dotar a este pueblo de  esa cierta singularidad y encanto. Aunque los historiadores e investigadores no lo digan, yo creo que los vacceos y los vetones de aquellas tribus, que mencionaba al principio, además de gentes hospitalarias también serían gentes agradecidas. Y yo no quiero ser un vacceo ingrato  Creo que ellos se merecen que, ya que me he encontrado con este rato de protagonismo, les dé las gracias recordándolos, porque ellos, en gran medida, me hicieron muy feliz a mí y a mucha gente. Pasemos este mal trago. Eran los años del 76 al 85. Que nadie se asuste que no voy a retroceder más ni a pasar más allá de esos años.

·       Eran los años de:

o      José Manuel y su bar, su baile, sus gestos, su conversación.

o      Mi amigo Bichino, siempre con la camisa desabrochada, siempre alegre. Para poner un ejemplo de la hospitalidad de este lugar, hospitalidad vetona, siempre acudo a lo que hizo conmigo el Sr. Ezequiel, el padre de Bichino. Necesitaba yo una faja de las antiguas enrollables, para hacer de herrero en aquella carroza, que se titulaba “La fragua”, el primer o segundo años del desfile de carrozas en las Madrinas. Me dijeron que el tío Ezequiel usaba esas fajas. Fui a su casa, llamé, salió él a abrirme, le  pedí la faja y allí mismo en el portal  se quitó la que llevaba puesta, casi se le caen los pantalones, me la puso, sentí y me alegró el calorcillo de su cuerpo en el mío y a los pocos minutos ya estaba montado en la carroza aquella vestido de herrero con la faja del tío Ezequiel. Eso es la hospitalidad de los vetones de la que os hablo. Así era también Bichino, un buen vetón.

o      El tío Juanito el barbero, siempre sonriente.

o      Ramón y Kikote, con los que fui a pescar algunas veces, ambos azote y terror de barbos y tencas.

o      Javi jarabo y su inmensa humanidad.

o      Mi primo César con su molino, su pan, su río, sus cangrejos, su caza, sus carpas, sus guisos y tantas otras cosas.

o      Mi suegro y su comercio, la recogida de la leche y sus partidas magistrales, profesionales  en el bar de José Manuel con D. Álvaro, José y Alberto..

·       Y que me perdonen muchos otros que podría nombrar; pero dejo de citar nombres propios, no vaya a convertir este pregón en otra cosa,  incumpliendo, además,  lo de pregón cortito, como la minifalda.

·       Cuando nuestro alcalde me propuso pregonar las fiestas de las Madrinas de este año, enseguida presté más atención, que otras veces, a los pregones de las fiestas patronales de poblaciones importantes e históricas, como el mismo Tordesillas, donde vivo, Salamanca,  Valladolid  Los pregoneros de esas ciudades dedican buena parte de sus discursos a recordar a personajes nobles, artistas, políticos y reyes que pasaron o vivieron en ellas y mientan sus plazas, conventos, palacios. Algunos pueden considerar lo que voy a decir ahora como una exageración de orador y un argumento fácil para captar vuestra simpatía, pero yo no cambio, y quede aparte mi índole republicana,  yo no cambio a ninguno de estos convecinos vetones, que antes nombraba, por ningún noble o rey de esas ciudades,  ni a  nuestras peñas por sus palacios, ni a  nuestros robles por  sus jardines.  Todos esos personajes, historias y monumentos reales son notables y muy bonitos, pero, creedme, no valen mucho más que todo esto nuestro.

·       Y ya tenemos todos los ingredientes para convertir mi vida en este pueblo en unos días felices y placenteros. Unos espacios naturales privilegiados y unos vetones auténticos.  Y una tras otra 27 navidades con sus matazas, 27 semanas santas con sus hornazos, 27  veranos con sus cangrejos y sus etapas ciclistas, y 27  Fiestas de las Madrinas con sus cenas y sus peñas. Todo ello con la inmensa suerte de no faltar a ni una sola de estas citas.

·       Era feliz y placentero todo:

o      Aquella pesca de cangrejos auténticos con César y mis cuñados.

o      Los años de caza con la cuadrilla de los GRAPO. Cuántas carreras detrás de las perdices por todo el término!. Qué tiroteos!

o      Aquella peña de amigos  pionera:  la Magarza, en la Cilla, sede de grandes cenas,  bailes, cantes hasta los amaneceres,  vinos buenos. A los postres de esos banquetes, el vino abundante nos llevaba, como suele ser natural, a una importante exaltación de la amistad. ¡Qué amigo me hice allí de mis amigos!! Y luego pasábamos, como suele ser natural,  a las críticas de todo poder establecido: políticos locales, regionales, nacionales, clubes de fútbol, potentados. Casi nadie, que tuviera poder, quedaba a salvo. Con el primer cubata llegaban los primeros cánticos regionales: comenzábamos por “Salamanca la blanca la blanca quien te mantiene..”, seguíamos con alguna ranchera: “Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño, que me sirvan una copa y muchas más, que me sirvan de una vez pa todo el año, que me pienso seriamente emborrachar…” Se daban los consiguientes gritos mejicanos;  Juli, el del tio Higinio se ponía el sombrero mejicano y ya estábamos perdidos. Seguían más cubatas y güisquis y  un repertorio interminable de música, chistes anécdotas, recuerdos. Y cuántas veces nos sorprendía la mañana, y solía ocurrir que algunos amigos desaparecían sin despedirse, sin avisar, seguramente  para que nadie notara su estado, sus andares inciertos y a veces tantas pérdidas de la verticalidad..

o       Y aquellas matanzas tan abundantes, tan exquisitas, tan festivas.

o      Y aquellos hornazos en las Vegas.

o      Tantas partidas de subasta, no tan profesionales como las de mi suegro  pero igual de entusiastas, vocingleras, casi escandalosas.

o      Tantos kilómetros en la bici por tantos recorridos espectaculares de la comarca con mi amigo Miguel, el de María de Casimiro.

·        Y ahora que nadie piense, por el tono que va adquiriendo el pregón, que el pregonero de este año es un chico pijo de Valladolid, entregado a los placeres y a la buena vida. Mi aspecto, mi cara, mis manos labriegas, estropeadas, manos vacceas, dicen muy otra cosa..Sé muy bien, y lo sé, también, por experiencia, que la vida es algo muy diferente a esto que yo cuento. Sé que la vida es fundamentalmente la fatiga del  trabajo diario, miserable y penoso en el campo, las carencias de dinero y las deudas, la incomprensión de los políticos hacia la vida del campo,  la pesadez de los libros y los estudios de los niños y jóvenes, el trato tantas veces imposible con los hijos, las  rencillas vecinales y, lo que es peor, a veces las riñas familiares y la vida es la enfermedad y la vida es la muerte.

·       Y ahora, no quisiera que este pregón terminara en este tono filosófico y tristón de las últimas expresiones que definen las miserias de la vida diaria. Pero tampoco quiero cometer el pecado de soberbia de ponerme yo, pobre vacceo, a dar consejos de cómo vivir a un pueblo de vetones con 2.500 años de historia. De todos modos permitidme solo dos palabras en ese sentido: todos estamos de acuerdo en lo penosa, triste y dura que es la vida. Vamos a compensar esas penas diarias con unas fiestas de las Madrinas divertidas, alegres. Dejemos el sillón, la tele, el salón de casa y salgamos a la calle. Bailemos, comamos y bebamos. Vamos a divertirnos con el único límite del buen gusto, la armonía y el respeto a todo el mundo, como seguramente lo hicieron hace 2.500 años aquellos primeros vetones que poblaron  estas tierras.

·       Y ya termino con una última reflexión: Llamen, ustedes, si así lo prefieren “Pregón de las Fiestas de las Madrinas” a todo lo que acaban de oír. Para mi, esto que acabo de hacer  aquí son dos cosas:

o      Primera: Una ocasión afortunada para que yo, seguramente representando a su vez a muchos otros de una condición similar a la mía, no voy a decir lo que dicen algunos, cuando estamos de broma, ni  forasteros ni arrimaos,  simplemente digamos  originarios de otras tribus, es, este discurso, una ocasión afortunada para que yo proclame las suerte, que el dios Destino nos ha regalado, haciéndonos  convecinos de Cabeza del Caballo.

o      Segunda: Esto ha sido un sencillo canto de agradecimiento de un vacceo, como yo, atrevido  y con suerte, a un pueblo, Cabeza del Caballo, de vetones hospitalarios.

 

En Tordesillas  a  30  de  Septiembre  de  2004.