Pregón de Las Madrinas del año 2001

D. José Francia Holgado

            Sr. Alcalde, señores miembros de la Corporación Municipal, estimados convecinos:   

            Un año más nos reunimos en este lugar para anunciar el comienzo de nuestras fiestas principales, Las Madrinas. Unas fiestas que este año tienen para mí un significado especial por haber tenido el acuerdo de nombrarme pregonero de las mismas, lo cual constituye para mi un honor. Aprovecho además, gustoso, la oportunidad que me brindáis para dirigirme por primera vez a vosotros, con el aprecio que siempre he sentido hacia la gente de mi pueblo y con la que me siento totalmente identificado.

            No quiero dejar de hacer mención a una serie de virtudes que nos son innatas y que constituyen algo así como una seña de identidad de nuestro pueblo.

            De la bondad, de la nobleza y de la gallardía de nuestras gentes nadie debe dudar; gentes sufridas, como lo fueron nuestros antepasados que en el desempeño de sus tareas no se arredran ni ante las inclemencias delo tiempo ni ante la dureza de sus trabajos.

            Somos además poseedores de otras virtudes positivas de nuestra forma de ser que merecen ser mencionadas con admiración.

            Constituimos un pueblo humilde por naturaleza y, con esa humildad que nos caracteriza, hemos sabido, por donde quiera que hemos ido, ganarnos el aprecio y la simpatía de las gentes de distinta procedencia, con las que hemos tenido que convivir  en el trabajo o en el ambiente en que cada uno nos hayamos desenvuelto.

            Somos gente sencilla. La sencillez es la condición que nos hace ser capaces de relacionarnos con nuestros semejantes en igualdad de condiciones, en buena armonía, sin que existan diferencias de clases por motivos económicos o de cualquier otra índole.

            De carácter hospitalario: En esta virtud radica la predisposición que siempre hemos tenido para acoger a cuantas  familias o personas o personas aisladas han arribado a este municipio, cual es el caso de los funcionarios que durante años convivieron con nosotros, a los que hemos hecho objeto de nuestras atenciones y que, a pesar de los muchos años que hace que algunos por aquí pasaron, sigan conservando un grato recuerdo de nosotros, de tal forma que aún hoy siguen sintiendo añoranza de nuestro pueblo.

            En mi constante deambular por los distintos puntos por los que he estado destinado, me he tropezado con más de un familiar de los funcionarios a los que entes me he referido y, después de sostener un cambio de impresiones, todos han coincidido en lo a gusto que vivieron entre nosotros. Alguno llegó a decir: "Si a mis padres les dijéramos que tenían que ir a Cabeza del Caballo a pasar los últimos años que le quedan de vida, se sentirían completamente felices".Esto a mí me llenó de satisfacción, como creo que llenaría a cualquiera que ame a su pueblo.    

            Como todos sabéis aquí nací, aquí me crié y aquí pasé buenos años de mi juventud. Por tanto no os extrañará que con frecuencia acuden a mi mente recuerdos de mi infancia y de mi juventud. Reuerdos que resultan inolvidables y que a veces hacen que sienta uno añoranza de aquellos años. Me acuerdo de los amigos con los que jugaba, del colegio, de las diversiones que organizábamos siendo jóvenes, ...

            Como confío en que me lo permitiréis y procurando no ser pesado, os voy a contar alguna anécdota de aquellos tiempos, de las trastadas que hacíamos de pequeños y de las diversiones de mayores.

            En mi época escolar tuve varios maestros pero solamente voy a referirme a uno, no precisamente por ser el mejor, todo lo contrario, pero sí por ser con el que más divertido nos lo pasábamos en la escuela. Era un hombre que padecía algunos defectos físicos, con poca presencia y escasa personalidad, -De hacho convirtió la escuela en un centro de diversión para menores-.

            Como el respeto que le teníamos era mínimo, un día estando en clase, a uno de mis compañeros de mesa se le ocurrió adelantar el reloj. Nos lo propuso a los demás y sin dudarlo se lo aprobamos. Ni corto ni perezoso, cogió una vara que había en un rincón y, aprovechando un momento en el que el maestro no lo veía, corrió la aguja unos minutos. El segundo lo adelantó diez. El tercero, mas atrevido , lo adelantó un cuarto de hora. De esta forma conseguimos llegar a estar en clase media hora antes del recreo y otra media después y todavía teníamos la osadía de exigirle al maestro:" Señor maestro que es la hora se salir al recreo", e igualmente a la hora de salir a comer. Como podéis suponer, esto no podía durar mucho tiempo: una señora que vivía cerca de la escuela se dio cuenta de lo que estaba pasando y se lo dijo al maestro. Una tarde, nada más entrar en clase, nos reunió a los mayores en derredor suyo y, queriendo poner cara de respeto, nos dijo: "Vamos a ver, una señora me ha dicho que me estáis adelantando el reloj ¿Quien ha sido?". Nadie sabíamos nada, todos con cara de que éramos buenos chavales, hasta que por fin uno se arrancó y le dijo: "Señor maestro, yo creo que son cuentos de mujeres aburridas". Contestación del maestro:"Eso digo yo, serán cuentos de mujeres aburridas". Como comprenderéis el maestro no podía ser tan tonto; lo que era es un granuja de siete suelas que iba bien encima del burro.

            De mi época de juventud os voy a contar otra anécdota que es un claro exponente de las diversiones que entonces organizábamos: Como la única diversión que teníamos era el baile, sentíamos deseos de divertirnos de otra forma. Éramos una panda de amigos a los que nos gustaba la juerga, pero no sólo nos divertíamos nosotros, hacíamos lo posible para que se divirtieran también los demás. Había entonces en el pueblo un tamborilero, que era muy mayor, con el que nos llevábamos bastante bien. Un día, de carnaval por cierto, aprovechando que estaba aquí con permiso uno de los amigos que estábamos cumpliendo el servicio militar en el Ejercito del Aire, intentamos convencer al tamborilero para que se vistiera con el uniforme de Aviación. Nos costó convencerlo pero al final accedió a ello. Atamos una silla a unas parihuelas, lo sentamos en ella, cogimos las parihuelas a hombros y nos dirigimos al salón en el momento que estaba el baile en su apogeo. La primera carcajada se produjo nada más aparecer en la puerta pero cuando la risa fue mas estrepitosa fue cuando al intentar entrar en el salón, al iniciar los dos de adelante el descenso de dos escalones que había que bajar, el tamborilero salió lanzado por los aires, yendo a dar con su cuerpo en el suelo. El cuerpo por un lado, el tamboril por otro y la flauta por otro.!Que odisea! En principio nos dio miedo de que se hubiera roto un hueso, pero era fuerte, no le pasó nada. Se levanto, se armó de tamboril y siguió la fiesta. Haceros idea de ver a un soldado de Aviación con ochenta años tocando el tamboril.   

            Dejando las anécdotas a un lado y centrándonos en la actualidad, no debemos dejar de reconocer que, a pesar de ser el nuestro un pueblo con unos recursos económicos muy exiguos, por lo que se hace muy difícil prosperar, con tesón, con perseverancia y con paciencia hemos conseguido que experimente un cambio estructural bastante importante. Ha cambiado considerablemente su fisonomía, pasando de ser un pueblo viejo a uno remozado que, en cuanto al numero de nuevas viviendas y calidad de las mismas, podemos competir y superar fácilmente a cualquier pueblo que tenga aproximadamente el mismo censo de población.

            Este cambio, a pesar de ser muy importante, no será completo mientras no vaya acompañado de otras medidas a tomar por parte de todos los ciudadanos. No nos aferremos al pasado, venzamos la resistencia que todavía algunos encuentran para adaptarse a las formas de vida actuales. Caminemos con paso firme y decidido hacia el progreso y la civilización, pero ojo, no confundamos el progreso con algunas formas de vida y algunas costumbres que no conducen más que a la relajación de buena parte dela juventud y, por consiguiente, a la depravación de la sociedad.

            Al hablar de la transformación que ha experimentado nuestro pueblo en los últimos años,  no podemos menos de tener presentes la última obra importante realizada, que es la carretera, y que, gracias al interés que se ha tomado nuestro alcalde y su equipo de colaboradores, han conseguido que se haga la que nuestro pueblo se merece. Estoy seguro de que cualquier persona que viaje en coche hacia nuestro pueblo y no lo conozca, al entrar en la carretera, la primera impresión que recibe es de que se dirige a un pueblo importante y, yo creo que no se equivoca mucho.

            Estoy plenamente convencido de que no es necesario recordar al señor alcalde y a sus colaboradores que aún quedan cosas por hacer. Pienso que son conscientes de ello y no cejaran en su empeño de conseguid para el pueblo todo lo necesario para remediar sus necesidades.

            A un servidor de ustedes sólo le queda recordar a nuestra autoridad municipal que tenemos un puente que se nos ha quedado bajo y estrecho, y no está en consonancia con la carretera.

            Creo que en un días tan señalado como es el de hoy, en el que todos debemos estar rebosantes de alegría, es de obligado cumplimiento hacer públicamente una mención  a todas las mujeres de nuestro pueblo pues, todas sin exclusión por un motivo o por otro, se han hecho acreedoras a que en algún momento se les dedique un recuerdo de gratitud. Pienso que éste es el momento apropiado para ello.

             Vaya desde aquí mi felicitación para todas. Mención especial merecen un buen numero de mujeres que constantemente están demostrando su encomiable deseo de superación, asistiendo a cuantos cursos se le presente la ocasión de realizar. Ello que me hace suponer que su nivel cultural irá en aumento ya que adquirir cultura equivale a atesorar conocimientos.           

            No menos mérito tienen las componentes de nuestro grupo folclórico, pues, aunque algunas no vean en ello más que un medio de diversión, para mí es algo más que eso. Este verano he podido comprobar que con sus actuaciones en los distintos pueblos contribuyen a difundir algo bueno que tiene el nuestro, como es el deseo de superación en todas las facetas de la cultura, y no dudo que llegaran a conseguir que el nombre de Cabeza del Caballo se pronuncie con admiración.

            Pienso que también corresponde al pregonero estimular a la gente, para que se muestren dispuestos a celebrar las fiestas con la mayor solemnidad posible. Por eso yo os exhorto a que desde este momento os  sintáis con deseos de participar en cuantos actos relacionados con las fiestas se celebren; que no decaigáis en vuestro animo hasta el último día y que desde ahora mismo se note como una explosión de jubilo y no deis lugar a que se apodere de vosotros el aburrimiento.

            Como colofón a este acto, para mí tan emotivo, demos unos vivas a aquellas personas que de alguna forma van a colaborar en la celebración de las fiestas:

               ¡Viva nuestro alcalde y sus colaboradores!  

                ¡Viva nuestras jovencisimas Reina y Damas  de Honor!

                ¡Viva nuestro parroco, las madrinas y las cuartilleras!

                ¡Viva Cabeza del Caballo!

                ¡Viva España!

                      

 

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