Marcha por los túneles de La Fregeneda

  El día 18 amaneció lloviendo a mares. Ya nos habíamos hecho a la idea de ir a disfrutar la ruta que discurre por de las vías del tren  desde la Estación de La Fregeneda hasta Vega Terrón. La merienda estaba preparada y decidimos que aunque no caminásemos al menos nos desplazaríamos hasta allí para comérnosla. 

 Habíamos salido de Cabeza del Caballo a las 9.30de la mañana. Poco a poco la lluvia fue cesando. Desde los 720 metros de altitud en nuestro pueblo hemos bajado hasta los 500 en la Estación La Fregeneda. La temperatura era buena y la casi ausencia de nubes nos animó a comenzar la marcha. Hay que pasar por 20 túneles y casi otros tantos puentes. Idénticos Kms nos esperan y el temor al estado actual de varios de los puentes: Algunos de nosotros hicimos el camino hace unos años y ya entonces el estado de conservación de un puente en concreto era realmente preocupante debido a que un incendio quemó alguna de las tablas por donde se puede cruzar andando.

  Nos adentramos en el primer túnel. Allá a lo lejos se ve la salida: Una pequeña luz nos muestra que la distancia es considerable. A los poco pasos ya nos es necesaria la ayuda de las linternas y los tropezones con los rollos de relleno entre las traviesas es constante y nos damos cuenta de  que esa será la tónica a lo largo de todo el camino. Llevamos un cuarto de hora caminando en la oscuridad y aun podemos observar que el tamaño de la silueta luminosa de la entrada  es mayor que la de la salida, mostrándonos que aun no hemos llegado a la mitad del túnel. Finalmente el arco de medio punto que tenemos delante se va agrandando a nuestro paso y podemos observar las siluetas de varios murciélagos que huyen de nosotros mientras oímos los chirridos de otros que permanecen colgados de la gran bóveda. Alguna de  las viandantes -nunca mejor dicho- parecen temer la presencia de los inofensivos insectívoros y los chillidos se mezclan con las carcajadas y la mofa del resto de los caminantes. Cuando salimos la luz nos molesta a los ojos y tenemos la sensación de haber estado en otro mundo. Hemos andado casi dos kilómetros y parece que nos hubiésemos adentrado en un paisaje diferente. No hay vestigio de actividad humana alguna fuera de las vías; las madreselvas, las zarzas, escobas y otros arbustos se están adueñando poco a poco del espacio que antaño recorría el tren. Incluso algún enebro comienza a crecer entre las traviesas.

    Un pequeño puente y otros dos túneles cortos nos adentran definitivamente en la gran depresión que nos llevará hasta el Duero. A la izquierda un pequeño riachuelo, el Morgaez, discurre allá en el fondo del valle entre fresnos, sauces, hiedras, hojaranzos, carrascos y otros arbustos de rivera. La primavera casi está en  pleno  auge en estos templados parajes .Muchas de las plantas que en lo alto de las penillanuras aun no han brotado aquí ya están totalmente cubiertas de hojas .Escobas, piornos ,genistas, jaras, rosales silvestres, escaramujos, altramuces, narcisos.....se nos muestran totalmente floridos. Las precipitadas pendientes del valle se hallan cubiertas de encinas, quejigos ,olivos y perales silvestres, gran cantidad de retamas totalmente floridas y ,especialmente de dos de los árboles más significativos de este paisaje: El enebro -"jumbrio"- y el almez -"hojaranzo"-. Los enebros se entremezclan con las encinas por todo el valle pero ,además, y es lo que les da más belleza, se encuentran encaramados entre los riscos y se adueñan de la más mínima grieta que le permita asentar sus raíces y alzar su esbelta figura en el abismo rocoso al lado del que discurre nuestro camino. Los hojaranzos ,al contrario de estos, son de hoja caduca y es ahora cuando muestran un característico color rojizo proporcionado por los incipientes brotes de sus hojas. Prefieren los lugares húmedos y soleados aunque también se aventuran entre los riscos.

   Seguimos tranquilamente la marcha y nos adentramos en un nuevo túnel. Este es más sombrío: llevamos un tiempo andando y no se ve ninguna muestra de claridad que nos indique la salida. Tampoco se vislumbra ya la entrada y por lo tanto la oscuridad es absoluta. Las linternas son imprescindibles y además un extraño olor comienza a inundar el aire.