08-12-2002. Desde que el día 27 de febrero de este año recorrimos un difícil tramo del río Huebra, saliendo desde el Puente de La Molinera para llegar hasta Saldeana, no habíamos vuelto a hacer ninguna caminata por estos parajes donde se mezclan las tierras de los Arribes con las del Abadengo. Aquel día Cesar prometió regalar un cabrito a Manolo como premio por haber encontrado la salida que nos permitió escapar de una situación verdaderamente angustiosa entre los riscos del Huebra. Como es de suponer con la condición de comérnoslo entre todos. Por una razón u otra hemos ido retrasando  esta merienda y finalmente optamos por hacerla hoy y cambiar el menú por unos buenos chuletones ya que pensamos que estos se prestaban mejor a ser preparados a la brasa en el refugio que mi amigo Vidal , de Cerralbo, tiene a la orilla del Huebra. Cuando éste nos invito a celebrar allí esta parrillada, nos pareció el lugar perfecto por que, además estar en un entorno envidiable, nos permitiría caminar un tramo más de ese Huebra que nos hemos propuesto recorrer en su totalidad. Decidimos hacer un trayecto corto y fácil con el fin de asegurarnos la llegada a Cerralbo en torno a las dos del mediodía, hora a la Vidal y Eva. su novia, nos tienen preparada la lumbre dispuesta a recibir a los suculentos chuletones de ochocientos gramos.

       Pensamos, después de consultar el mapa de la zona,  que bajar desde Yecla de Yeltes hasta Cerralbo, nos llevaría una mañana  si comenzamos a andar en torno a las nueve. A esa hora, Juanma, Manolo, Ceasr, Sebastian y yo, dejamos un coche al lado de la iglesia del primero de los pueblos en el que se pueden apreciar dos características que llaman la atención: La distribución de sus calles siguiendo un  modelo más planificado del que estamos acostumbrados a ver por el restos de la comarca. Recuerdo que alguien me contó hace tiempo (tendré que comprobar su certeza)  que ello es debido a que se halla asentado sobre los restos de un antiguo campamento romano. Es conocida la disposición ordenada y regular de aquellos campamentos y cuando las necesidades militares hacían necesaria una larga permanencia de las guarniciones en un mismo emplazamiento, fueron dando lugar a verdaderas ciudades que conservaron la estructura original de sus calles. - Después de varias investigaciones me dicen que esto no esta comprobado y que fue ya en el siglo XII cuando la población, situada entonces al lado de la muralla, donde aún se conservan la ermita de Santiago - en ella se pueden ver varias estelas romanas utilizadas como sillares de sus muros- , se trasladó hasta el actual emplazamiento de Yecla Pero muchos de nuestros pueblos se fundaron por aquella época, durante  la repoblación que siguió a la reconquista de estas tierras por parte de los reinos leoneses y castellanos tras la ocupación musulmana y, sin embargo, solamente este pueblo tiene un trazado similar a los campamentos de las legiones romanas. Además a mi me sigue fascinando esta idea y como hay muchos ejemplos similares en otros lugares, esperaré a que alguien me convenza de lo contrario para pensar que no ocurrió así.-)

      La otra característica peculiar de este pueblo es la cantidad de casas nuevas en las que se ha respetado el estilo de construcción de los paramentos externos siguiendo la tradicional forma de mampostería rustica característica de nuestra zona. Además podemos ver bastantes edificios antiguos restaurados y otras construcciones vetustas bien conservadas pese a su evidente desuso.

    Salimos del pueblo por una angosta calle y nos dirigimos por la carretera de Villavieja de Yeltes hasta la ciudadela de Yecla la Vieja. Se trata esta de un antiguo castro celtibérico, construido por los vettones y que nos hace pensar en la razón de la larga permanencia del campamento romano en sus proximidades. De todas formas los numerosos restos del Imperio que se han hallado en esta misma ciudadela nos hablan del largo periodo de la dominación romana y de la importancia que estas fortificaciones tuvieron en la defensa de un territorio siempre estratégico  debido al carácter  fronterizo que viene dado por las barreras naturales que proporcionan las escarpadas orillas del río Huebra. Este castro forma parte de un sistema de fortificaciones que se extienden a lo largo de este río entre las que destacan el castro de Bermellar, el de Saldeana, las Merchanas...Pero es el de Yecla el mejor conservado de todos. Sus murallas rodean todo el perímetro del montículo sobre el que fue construido y, aunque parte de ellas ha sido reconstruido recientemente, guardan la peculiar belleza del estilo de construcción que encontramos en la mayoría de los castros Ibéricos de toda la Península. Estos muros se han elevado a base de mampostería rustica, pero mediante una técnica peculiar que permite ajustar todos las piedras de tal manera que no queden separaciones entre ellas que permitan la escala por parte de posibles asaltantes. Para ello se han rebajado todas las esquinas de los mampuestos para que queden biselados. Sus constructores tuvieron suma destreza al colocar cada piedra en el sitio adecuado y, cuando entre ellas quedaba algún hueco, este era escrupulosamente tapado con ajustados guijarros. Los muros se hallan ligera e intencionadamente inclinados hacia el interior para aumentar su estabilidad y ello, unido a la belleza plástica que siempre proporciona la estructura curva de toda las muralla, evitando la formación de esquinas que precisaría de la utilización de sillares, fascinó especialmente a Juanma, el del Milano, ya que él es albañil y está acostumbrado a hacer casas de piedra. No acababa de comprender como hace unos dos mil quinientos años podían hacer muros con aquella perfección.

        El interior de la fortificación contiene una ermita cristiana - Ermita de la Virgen del Castillo-  cuya antigüedad desconozco y a su alrededor, amén de un pequeño y desangelado solar en cuyo centro hay una especie  de altar -donde creo que es trasladada la Virgen del Castillo en el día de su festividad- rodeado de bancos de granito, se pueden ver las numerosas paredes rusticas modernas que separan los prados que cubren el antiguo asentamiento. Todo el complejo se halla a la espera de futuras excavaciones que permitan desenterrar las construcciones originales y mostrar a la luz la antigua estructura de la fortaleza. Pero para ello es necesario mucho tiempo y dinero. Hasta ahora lo que se ha hecho es rehabilitar la muralla. De ello se ha encargado un Aula Arqueológica que tiene su sede en el Pueblo de Yecla. Esta, además de contar con un museo que hoy no tenemos tiempo de visitar, ha organizado diferentes campañas en las que han participado numerosos estudiantes de Arqueología y Conservación de Monumentos. En la reconstrucción de los tramos de muralla que se hallaban derruidos, se ha utilizados gran parte de las piedras que se encontraban allí mismo y que no han sido expoliadas por los lugareños. Los técnicos han hecho un buen trabajo y se puede decir que con el paso del tiempo, cuando el musgo cubra por igual los mil doscientos metros de muralla va a ser difícil distinguir las obras de conservación. Además se ha limpiado todo el entorno de la maleza que ocultaba parte de fortaleza y, en una de esos trabajos, se halló hace pocos años  un bello y bien conservado berraco que se halla expuesto en el Ayuntamiento de Yecla.

        No nos entretenemos en recorrer todo el contorno, pero si lo hubiésemos hecho podríamos haber visto diferentes grabados en los que están representadas figuras animales y geométricas. También se han conservado algunas escaleras en las entradas en la muralla y varias estancias anejas a esta, restos de los edificios originales. Algún día habrá que volver por aquí con más tiempo.

       Abandonamos la extraordinaria construcción de nuestros antepasados vettones y tomamos un sendero que paralelo al arroyo del Caño Viejo nos llevará hasta el Huebra. Enseguida comenzamos a descender entre las rocas hasta llegar a los restos de un antiguo molino situado en el regato aprovechando la importante pendiente que éste ha ido tomando en los escasos metros que hemos andado. Solamente quedan escasos vestigios del lugar donde se hallaban las aspas y por allí atravesamos la corriente siguiendo las marcas de las peñas gastadas por el paso de otros viajeros durante siglos. Un poco más abajo encontramos un molino mucho más moderno al que no nos acercamos pero que vemos bastante bien conservado ya que incluso tiene una puerta que impide que desaprensivos entren a destruir lo que hay dentro, como ha estado ocurriendo con otros molinos de nuestros ríos. Éste se halla muy cerca del Huebra y en una peña desde la que se puede tener una buena perspectiva de todo el contorno desplegamos el mapa para situarnos. Cesar se puso a temblar pues tiene la certeza de que, en todas lar marchas que hacemos, desde el momento que yo comienzo a guiarnos por un mapa es cuando nos perdemos. Esperando que no sea así, bajamos hasta la orilla del agua y pensamos que el tramo del río que vamos a recorrer nos va a permitir andar cerca de él, sin necesidad de subir y bajar acantilados como nos ha ocurrido en los tramos de Saucelle, Bermellar y Saldeana. Luego continuamos bajando por el valle hasta que una gran roca nos llama la atención. Surge entre los fresnos a modo de un animal antediluviano y parece que nos mira con su cara, similar a la de un "throl", invitándonos a subir a su espalda. Así lo hacemos pero la roca no se incorpora y no tenemos más remedio que continuar a pie nuestro camino.

       Pronto podemos ver el primero de los numerosos molinos que nos vamos a encontrar hasta el final de nuestro itinerario. Desgraciadamente  éste ya no tiene tejado y dentro de él solamente quedan algunos vestigios de su utilización. Lo dejamos atrás apenados por la dejadez que hay en todos nuestros pueblos en la conservación de estas importantes manifestaciones de la arquitectura popular, testimonio de antiguos oficios, cuya belleza permanece a pesar del abandono. Podemos contemplar como a nuestro paso numerosos ánades reales alzan su vuelo asustados por nuestra presencia. Esto será habitual en todo el recorrido. Pero también veremos varias garzas y otra ave migratoria que cada vez es más abundante en nuestras ríos, arroyos y charcas. Se trata de algunos cormoranes negros -no sé cual es su nombre- que han comenzado a visitarnos desde no hace muchos años. También nos paramos a contemplar las numerosas pisadas de nutrias marcadas en la arena y los destrozos de los jabalís en los valles, así como hozaduras de varios tejones. 

       El río, aunque con mucho caudal pasa bastante tranquilo por los valles en los que poco a poco va desapareciendo la escarcha y en cierto modo nos recuerda a nuestro río Uces por la facilidad con la que se puede caminar a su orilla disfrutando de la apacibilidad de sus aguas. En uno de esos valles nos llama la atención una extraña construcción de piedra. Observamos a varios metros del agua un túmulo circular parcialmente derruido del que parte un robusto muro hasta lo alto de un prado. Cuando subimos a lo alto de esta construcción podemos comprender que se trata de una gran noria. Aunque le falta todo el mecanismo vemos que donde este se hallaba hay un profundo pozo cuyo nivel de agua es el mismo que el del cauce del río. Alrededor del brocal se puede apreciar aun el pequeño vado circular que a lo largo de los años fue dibujado por el incansable y monótono paso de los animales, seguramente asnos, que movían la noria. Estos subían hasta allí por una rampa de piedra construida al lado del extraño muro que no es sino un acueducto preparado para llevar el agua hasta lo más elevado del ahora prado pero que en su tiempo debió ser una fértil huerta esforzada y concienzudamente trabajada. Pero ese agua llegaba hasta otra construcción que también nos resultó desconocida pero que al acercarnos vimos se trataba de una cochinera cuya estructura también nos pareció fruto de un buen trabajo. Se trata de una estrecha -unos dos metros-, baja-metro y medio- y larga -unos veinte metros- nave dividida en numerosos compartimentos cuyas paredes de piedra se hallan rematados por una bóveda de medio punto construida de ladrillo y argamasa. Esos ladrillos similares a los del canal del acueducto son bastante antiguos y nos podrían hablar de la fecha de su construcción pero nos conformaremos con preguntárselo algún día a los paisanos de Yecla.

        Muy cerca de este lugar nos hallamos unos unos pontones que aprovechando que el río discurre bastante extendido permiten pasar de una orilla a la otra. Este medio de paso que es muy común en nuestros ríos. Solamente se pueden utilizar hasta crecidas medias de caudal pero su sencillez hace que sea grande la resistencia a la fuerza de la corriente y además evita la construcción de costosos puentes. Estos del huebra son los mejor construidos de los que yo haya visto. Constan de dos filas de hincones, unos mas elevados que los otros, de tal manera que cuando el nivel de agua no es muy importante pueden ser utilizados los bajos ya que pasar por los altos tiene un cierto riesgo, especialmente si fijas tu mirada en el la corriente, pues se siente una cierta sensación de vértigo que te puede hacer caer al río. 

      El paisaje que rodea a estos pontones nos parece un buen lugar para hacer una parada y tomarnos un tente en pie. Sacamos un chorizo y la bota de vino y brindamos por el día soleado que nos está acompañando. Luego seguimos nuestra senda y pronto veremos dos molinos , también semiderruidos, antes de llegar al lugar donde el río Huebra y el río Yeltes se unen formando uno solo que toma el nombre del primero, circunstancia que trae consigo una gran polémica entre los habitantes de los pueblos cuyas aguas recogen uno u otro ya que hay quien piensa que es mayor el caudal del Yeltes y que este nombre fue antiguamente el que tenía al río hasta su desembocadura en el Duero. Pero a nosotros lo que nos interesa es disfrutar de la quietud con que se funden las dos riberas propiciada por la existencia de una larga presa de molino unos metros más abajo. Se forma allí un gran piélago que, a modo de un pequeño estuario, extiende sus reposadas aguas por ambos ríos. Varios patos y una garza alzan su vuelo mientras vemos cercano el llamado Puente de Los Siete Ojos. Este se halla en la carretera que va desde Yecla hasta Bogajo y es uno de los más hermosos de nuestra comarca. Fue construido en los primeros años del siglo XVIII y destacan en él el contrate  de la buena factura de sus muros de sillería y una cierta rusticidad en la distribución asimétrica y en la terminación no muy depurada de sus arcos.

           Dejamos este puente y seguimos por la derecha del cauce con cierta precaución ya que divisamos a varios cazadores en las cercanías. Pronto vemos otro molino pero se halla en la otra orilla. Los dos siguientes se encuentran en nuestro camino y nos llaman poderosamente la atención. Los dos  son pequeños y están muy deteriorados pero conservan una belleza extraordinaria que les proporciona el tener una cubierta abovedada. En realidad se trata de una estructura en la que las nervaturas las constituyen robustos arcos de medio punto sobre los que se apoyan  enormes losas de granito cubiertas de tierra. El primero de ellos está mejor conservado y desde el exterior nos hace pensar en una mezcla entre  los antiguos túmulos megalíticos y las rusticas casetas de los pastores que tanto abundan por nuestros campos. Nos detenemos a contemplar su tosco hogar, en el que se ha perforado una roca, aprovechada para construir a su lado el molino, formando una curiosa chimenea. Del segundo nos asombran las enormes lanchas de granito que cubren parte de los arcos y la belleza de las desnudas siluetas de estos allí donde la techumbre ha cedido al paso del tiempo. Nos marchamos entristecidos por la desidia que ha llevado a estas verdaderas obras de arte al abandone en que se hallan y nos remuerde la envidia de no tener su propiedad en nuestro pueblo para poder reconstruirlos

         El mapa nos indica que pronto llegaremos a la Fábrica de Gema y el mismo río nos lo muestra cuando su cauce se va asentando y la tranquilidad de las aguas nos indica que cerca hay una presa lo suficientemente grande como para controlar de esa manera la corriente. Al  pasar una curva ya vemos  a lo lejos varios edificios que nos hablan de un complejo habitado más importante que los abandonados molinos que hemos visto. Pero desgraciadamente aquí tampoco queda actualmente nadie que se haga cargo de aquellos trabajos que hace años abastecían de harina a media comarca. Esta fábrica fue en su tiempo una verdadera industria a donde llegaban, primero en sus carros y luego en sus camionetas, una gran cantidad de agricultores y almacenistas para moler su grano y limpiar la harina. El edificio del molino propiamente dicho es una robusta estructura de piedra que aloja tres pisos de madera en los que se distribuyeron en su tiempo todas las maquinas necesarias para realizar todo el proceso de producción de los dife4rentes tipos de harina. Destaca en su construcción el fino acabado con que se hicieron y se colocaron zócalos, esquineras, dinteles y alfeizares de granito. Lo mismo ocurre con la casa solariega, también de tres alturas, donde debieron vivir los dueños de este complejo. Desgraciadamente tanto de un edificio como del otro, así como de varios corrales anejos, no queda sino el vano recuerdo de una época de esplendor atestiguada por los elementos decorativos de un cierto regusto, poco habituales por estos parajes en la época en que se habito la ahora destartalada casa. Así, escayolas, estucos, celosías, papeles pintados se nos muestran desparramados entre la maleza que poco a poco se va apoderando de la vivienda mientras los suelos de madera se están pudriendo como consecuencia del agua que cae desde el arruinadlo tejado. No sabemos cuando se dejó de habitar la casa ni cuando los primeros vándalos comenzaron a romper las puertas y ventanas, tal ves en busca de abandonadas riqueza, ni cuando la desidia de sus dueños dejó desamparada una heredad que muchos otros habrían cuidado con mimo. Lo cierto es que nos produjo una gran tristeza contemplar estos restos, especialmente los de la fabrica de harina en los que aun quedan, no sabemos por cuanto tiempo, numerosos vestigios de los complejos mecanismos que en su día debieron ser la envidia de los pequeños propietarios de los otros molinos y aceñas de toda la comarca.

         Pero, además de estos edificios cuyo aspecto de modernidad contrastan con las rusticas construcciones que antes habíamos contemplado, aquí también hay muestras del concienzudo y esforzado trabajo de ingeniería popular que supone la larga presa preparada para retener el agua formando un extenso remanso en el que pudimos contemplar a nuestra llegada a varios cormoranes nadando placidamente. También podemos disfrutar de la especial belleza de una pequeña isleta que ha ido formando un viejo fresno, cuyas ramas nacen directamente del agua,  formando un circulo casi mágico reflejándose en las tranquilas aguas del río.            El agua desborda la enlosada presa y el reflejo del sol en los pequeños hilos de agua que bajan sorteando las piedras, forman una cortina de cristal que se deshace en blancos copos de espuma que la corriente lleva hasta una hermosa puente que nos hace recordar a la Puentepiedra de nuestro río Uces. Su longitud es más o menos la misma pero la de Gema no están alta ni tan ancha. Además ésta tiene los pilares de cantería labrada a modo de quilla para vencer mejor la fuerza del agua.

            También podemos contemplar como al lado de la fabrica se han labrado diferentes losas de granito para confeccionar comederos, abrevaderos, cargaderos y anclajes para los diferentes animales de carga que antaño transportaban la mies y la harina.

            Pero el tiempo se nos hecha encima y tenemos que continuar si queremos llegar a nuestro destino a la hora convenida. La puente nos ha permitido cruzar hasta el margen que es el que tenemos que seguir para llegar hasta Cerralbo. Pronto vemos otro molino semiderruido y más abajo veremos otros más aunque, debido a que se hallan en la otra orilla y las presas o están desbordadas o rotas impidiendo el paso, no podemos examinar más detenidamente pero nos parecen bastante bien conservados. También en esa otra orilla y a poco más de un kilómetro se halla el pequeño pueblo de Gema. Ninguno de nosotros hemos estado allí con anterioridad pero, al igual que los últimos molinos divisados, tendrá que esperar a otra ocasión. Ahora tenemos que apurar el paso hasta que podamos ver el puente de Cerralbo.

       Pero antes nos encontramos con la grata sorpresa de poder contemplar el vuelo de un águila real. Su oscura silueta nos hizo pensar en un momento que se trataba de la de uno de los numerosos buitres leonados que hay por esta zona. Pero su amplia y extendida cola y su majestuoso porte nos convenció enseguida de que se trataba de la reina de las aves. A partir de ese momento se formó un verdadero revuelo en nuestro pequeño grupo y nos peleamos por tener los únicos prismáticos que llevábamos. Sebastián intentó filmarla sin éxito y yo solamente pude tomar una mediocre fotografía antes de que se alejase dejándonos llenos de emoción, pues solamente Cesar y yo habíamos tenido la oportunidad de verla en otras y contadas ocasiones.

      Finalmente avistamos el imponente y moderno puente de Cerralbo entre cuyos faraónicos pilares se distingue la silueta de aquel otro más antiguo y desde luego más hermoso. Pronto llegamos al final de nuestro camino después de haber andado durante unas cinco horas a un ritmo bastante tranquilo y pudimos disfrutar de un merecido refrigerio a base de unos buenos chuletones de ternera acompañados de ensalada de regajo y regados con un estupendo vino de Toro        

Fotografias : Desde Yecla hasta Cerralbo